miércoles, 7 de octubre de 2015

NECROLÓGICA


El escritor sueco Henning Mankell, maestro de la novela negra nórdica y uno de los narradores más leídos y celebrados de Europa, ha fallecido este lunes en Gotemburgo a la edad de 67 años, según informó su editor sueco, Leonhart. El creador del inspector Wallander padecía un cáncer que le fue diagnosticado en 2014. Un proceso que decidió compartir en el libro Arenas movedizas(Tusquets) y que vivió como un duelo frente a la muerte.
Con los casos del inspector Wallander —que relató en libros todos ellos publicados por Tusquets, su editorial en España, como La falsa pista, Asesinos sin rostro o La quinta mujer—, la novela negra dio un salto enorme, tanto en temas como en lectores. Mankell fue no sólo un gran autor de libros policiacos, sino que, a través de sus relatos, trazó un retrato crítico de la sociedad europea contemporánea. Sus obras tratan temas como la integración de los inmigrantes, la violencia de género o el profundo malestar que se oculta debajo de la aparente perfección de los estados nórdicos.
En nuestra biblioteca tenemos disponible de su obra Profundidades, editada por Tusquets.
LOS MEJORES INICIOS DE NOVELA




Extracto de un artículo publicado por Manuel de Lorenzo en El País.

     El inicio de una novela, además de ser la parte que mejor representa al todo y la pista más fiable sobre su calidad, es —o debería ser— el más eficaz de todos los cebos. Igualmente, no hay síntoma más indicativo —y por lo tanto disuasorio— de pobreza literaria en una obra que carecer de una forma digna de empezar.
    Aquí se ofrecen algunos de los comienzos más célebres. 
    Propongo que se comente cuál os parece el mejor, por qué, si añadiríais algún otro a la lista, si conocéis alguno realmente malo,...  

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta”.
Lolita, Vladimir Nabokov.
Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: ‘Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias’. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer”.
El extranjero, Albert Camus.
Durante mucho tiempo, me acosté temprano”.
En busca del tiempo perdido, Marcel Proust.
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo”.
Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.
Ilsebill volvió a salar”.
El rodaballo, Günter Grass.
Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa”.
Orgullo y prejuicio, Jane Austen.
Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”.
La metamorfosis, Franz Kafka.
Nació con el don de la risa, y la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese fue todo su patrimonio”.
Scaramouche, Rafael Sabatini.
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”.
Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.
Llamadme Ismael”.
Moby-Dick, Herman Melville.
Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne”.
El túnel, Ernesto Sabato.
Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no me apetece contarles nada de eso”.
El guardián entre el centeno, J.D. Salinger.
El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”.
Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez.
Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero”.
Si una noche de invierno un viajero, Italo Calvino.
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo”.
Historia de dos ciudades, Charles Dickens.
Soy un hombre invisible”.
El hombre invisible, Ralph Ellison.
Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”.
Ana Karenina, León Tolstói.
Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece”.
1984, George Orwell.
Desde la puerta de La Crónica, Santiago mira la avenida Tacna sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?”.
Conversación en La Catedral, Mario Vargas Llosa.
Las cosas podían haber acaecido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así”.
El camino, Miguel Delibes.
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”.
Pedro Páramo, Juan Rulfo.