jueves, 21 de junio de 2012

De "El cuaderno rojo"

Otro amigo, R., me habló de cierto libro inencontrable que había estado intentando localizar sin éxito, husmeando en librerías y catálogos en busca de una obra supuestamente excepcional que tenía muchas ganas de leer, y cómo, una tarde que paseaba por la ciudad, tomó un atajo a través de la Grand Central Station, subió la escalera que lleva a Vanderbilt Avenue, y descubrió a una joven apoyada en la baranda de mármol con un libro en la mano: el mismo libro que él había estado intentando localizar tan desesperadamente.
Aunque no es alguien que normalmente hable con desconocidos, R. estaba tan asombrado por la coincidencia que no se pudo callar.
— Lo crea o no —le dijo a la joven—, he buscado ese libro por todas partes.
— Es estupendo —respondió la joven—. Acabo de terminar de leerlo.
— ¿Sabe dónde podría encontrar otro ejemplar? —preguntó R.—. No puedo decirle cuánto significaría para mí.
— Éste es suyo —respondió la mujer.
— Pero es suyo —dijo R.
Era mío —dijo la mujer—, pero ya lo he acabado. He venido hoy aquí para dárselo.

Paul Auster: El cuaderno rojo. Barcelona: Anagrama, 1994, pp. 53-54.

Paul Auster (1947)

martes, 12 de junio de 2012

Veinte poemas de amor y una canción desesperada

  
POEMA XX
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Escribir, por ejemplo: "La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos". 

El viento de la noche gira en el cielo y canta. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
                                                       Pablo Neruda

jueves, 7 de junio de 2012

Philip Roth, Premio Príncipe de Asturias


El novelista norteamericano Philip Roth gana el Premio Príncipe de Asturias de este año tras imponerse en la votación final al japonés Haruki Murakami. Roth, nominado al Nobel repetidas veces y despreciado explícitamente por algunos académicos suecos, logra uno de los reconocimientos internacionales más reputados y mejor dotados económicamente (50.000 euros). El autor de obras maestras como Pastoral Americana o La mancha humana, casi octogenario, sigue publicando al menos un libro al año, el último en castellano es Némesis.
Los principales periódicos recogen y amplían la noticia:

domingo, 3 de junio de 2012

Pablo Neruda



Poema VI
Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en agua de tu alma.

Apegada en mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigran mis profundo anhelos
y caían mis besos alegres como brazas.

Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.



Pablo Neruda

Veinte poemas de amor y una canción desesperada