viernes, 12 de marzo de 2010

Muere Miguel Delibes

 
- Un ejemplo, señor Cayo, la noche que murió Franco usted dormiría tan tranquilo...
- Ande, ¿y por qué no?
- No se enteró de nada.
- Qué hacer si enterarme, Manolo me lo dijo.
- ¡Jo, Manolo!. ¿No dice usted que Manolo baja con la furgoneta a mediados de mes?.
- Así es, sí señor, los días 15, salvo si cae en domingo.
- Pues usted me dirá, Franco murió el 20 de noviembre, de forma que se tiró usted cuatro semanas en la inopia.
- Y, ¿qué prisa corría?.
- ¡Joder, qué prisa corría!
Laly alzó su voz apaciguadora:
- ¿Qué pensó usted, señor Cayo?.
- Pensar, ¿de qué?.
- De Franco, de que se hubiera muerto.
El señor Cayo dibujó con sus grandes manos un ademán ambiguo:
- Mire, para decir verdad, a mí ese señor me cogía un poco a trasmano.
- Pero la noticia era importante, ¿no?. Nada menos que pasar de la dictadura a la democracia.
- Eso dicen en Refico.
- Y usted, ¿qué dice?.
- Que bueno.
Laly le miraba comprensiva, amistosamente. Añadió:
- De todos modos, al comunicárselo Manolo, algo pensaría usted.
- ¿De lo de Franco?.
- Claro.
- Mire, como pensar, que le habrían dado tierra. Ahí sí que somos todos iguales.
Rafa bebió otra taza de vino. Tenía las orejas y las mejillas congestionadas. Dijo excitado:
- Pues ahora tendrá usted que participar, señor Cayo, no queda otro remedio. ¿Ha oído el discurso del Rey?. La soberanía ha vuelto al pueblo.
- Eso dicen.
- ¿Va a votar el día 15?.
- Mire, si no está malo el tiempo, lo mismo me llego a Refico con Manolo.
- ¿Votan ustedes en Refico?
- De siempre, sí señor. Nosotros y todo el personal de la parte de aquí, de la montaña.
- ¿Y ha pensado usted qué va a votar?.
El señor Cayo introdujo un dedo bajo la boina y se rascó ásperamente la cabeza. Luego, se miró sus grandes manos, como extrañándolas. Murmuró al fin:
- Lo más seguro es que vote que sí, a ver, si todavía vamos a andar con rencores...
Rafa se echó a reir. Levantó la voz:
- Que eso era antes, joder, señor Cayo. Esos eran los inventos de Franco, ahora es diferente, que no sabe usted ni de qué va la fiesta.
- Eso - dijo humíldemente el señor Cayo.
- Ahora es un problema de opciones, ¿me entiende?. Hay partidos para todos y usted debe votar la opción que más le convenza. Nosotros, por ejemplo. Nosotros aspiramos a redimir al proletariado, al campesino. Mis amigos son los candidatos de una opción, la opción del pueblo, la opción de los pobres, así de fácil.
El señor Cayo le observaba con concentrada atención, como si asistiera a un espectáculo, con una chispita de perplejidad en la mirada. Dijo tímidamente:
- Pero yo no soy pobre.
Rafa se desconcertó:
- ¡Ah! -dijo- entonces usted, ¿no necesita nada?.
- ¡Hombre!, como necesitar, mire, que pare de llover y apriete la calor.

En su novela El disputado voto del Señor Cayo, publicada en 1978, Miguel Delibes nos da el tono exacto de la Transición española más allá de las ciudades, en ese medio rural que su talento consiguió hacer entrar en nuestra memoria literaria.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A este le tenían que haber dado el Nobel, y no a Cela. Me ha gustado mucho El Hereje.

F. J. 2º Bachillerato.

Pilar González dijo...

Aún recuerdo el primer libro que "me hicieron leer" en mi lejano primero de bachillerato: El príncipe destronado.
Mucho después, y ya por puro placer vinieron muchos más: El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario....y hace pocos años, el último, El hereje.
¿Que puedo decir?, pocos autores como él tan directos, humanos y pegados a la tierra, y de temática tan diversa.
Estoy de acuerdo en lo del Nobel, por lo demás, al menos murió reconocido por crítica y público y después de una larga y fructífera vida.
Desde aquí quiero dejar constancia de mi admiración y mi homenaje en forma de relectura de alguna de sus magníficas obras.

Belén dijo...

=)! graciias, he echado de menos hoy en el insti que alguien hiciese referencia a la "muerte" de Delibes.

Belén. 2º Bach.