El
Premio Príncipe de Asturias de 2014, último con esta denominación (¡hay que ver lo que provoca una abdicación!), ha recaído en dos escritores a la vez: el irlandés John
Banville y el americano - diríamos que nacido en Chicago - Benjamín Black. El día
y la noche, la novela intimista y la novela negra, pero ambos representante de
análisis complejos del ser humano, de reflexiones inteligentes y originales de
los secretos del corazón humano.
Dos
escritores que se enfrentan/afrentan mutuamente. Se ha dicho que el verano es
de Benjamin Black y el otoño, la estación más fértil, de John Banville. Black
escribe en ordenador, sin reescrituras, tres meses de trabajo le bastan para
terminar sus novelas. Banville escribe con inevitable lentitud, tarda entre tres y cinco años en poner el punto final. Black es
un artesano; Banville, un artista. Black es de la escuela de Chandler, de Hammett,
el suyo es un retrato de un mundo regido por una amoralidad en la que podría respirar a
sus anchas Tom Ripley, el gran antihéroe de Patricia Highsmith. Sin
embargo, Banville posee una narrativa cargada de un lirismo exultante, al que
algunos consideran algo meloso, pero siempre hay en él un “ascua de veras en
ese incendio de teatro”. Banville no se
encarcela en su propio estilo, es decir: su estilo no es un fin en sí mismo,
sino un vehículo para llegar a alguna parte.
Decía Roberto Bolaño que la literatura era tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, de salir a pelear. Es transitar esa frontera donde realidad y ficción se difumina. Recientemente decía Banville: 'Yo no soy un personaje de tu libro; soy una persona real'. ¿Una persona real? Deberíamos decir esas palabras en voz muy baja. El artista es una especie de caníbal: consume realidad, se la come, la usa, moldea material que saca de otros. Como de alguna manera hace también un actor. Todo eso supone un riesgo. Y hay que asumirlo y disfrutar de la aventura".
Dos visiones de la literatura, dos modos de enfocar el arte
narrativo que se complementan y a veces se oponen ( ¿o es al revés?). Este Premio retrata un juego al límite, una forma visceral de enfocar las palabras, en ese reto eterno de la página en blanco...Un premio como el Príncipe de Asturias, compartido por
estos dos escritores, que se miran al espejo de los reflejos y cada uno
devuelve la imagen del otro. ¡Mira que si al final no fueran tan
diferentes! Incluso más, ¡ mira que si
al final fueran la misma persona! ¡...Esto de la literatura es cosa de locos!
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