LOS MEJORES INICIOS DE NOVELA
Extracto de un artículo publicado por Manuel de Lorenzo en El País.
El inicio de una novela, además de ser la parte
que mejor representa al todo y la pista más fiable sobre su calidad, es —o
debería ser— el más eficaz de todos los cebos. Igualmente, no hay síntoma
más indicativo —y por lo tanto disuasorio— de pobreza literaria en una obra que
carecer de una forma digna de empezar.
Aquí se ofrecen algunos de los comienzos más célebres.
Propongo que se comente cuál os parece el mejor, por qué, si añadiríais algún otro a la lista, si conocéis alguno realmente malo,...
“Lolita, luz de mi vida,
fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua
emprende un viaje de tres pasos paladar abajo para apoyarse, en el tercero, en
el borde de los dientes. Lo. Li. Ta”.
Lolita, Vladimir Nabokov.
“Hoy ha muerto mamá. O quizá
ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: ‘Falleció su madre. Entierro
mañana. Sentidas condolencias’. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido
ayer”.
El
extranjero, Albert Camus.
“Durante mucho tiempo, me
acosté temprano”.
En
busca del tiempo perdido, Marcel Proust.
“Muchos años después, frente
al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar
aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo”.
Cien
años de soledad, Gabriel García Márquez.
“Ilsebill volvió a salar”.
El
rodaballo, Günter Grass.
“Es una verdad mundialmente
reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una
esposa”.
Orgullo
y prejuicio, Jane Austen.
“Al despertar Gregorio Samsa
una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en
un monstruoso insecto”.
La
metamorfosis, Franz Kafka.
“Nació con el don de la risa,
y la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese fue todo su patrimonio”.
Scaramouche, Rafael
Sabatini.
“En un lugar de la Mancha, de
cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los
de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”.
Don
Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.
“Llamadme Ismael”.
Moby-Dick, Herman
Melville.
“Bastará decir que soy Juan
Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne”.
El
túnel, Ernesto
Sabato.
“Si de verdad les interesa lo
que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo
ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí y demás
puñetas estilo David Copperfield, pero no me apetece contarles nada de eso”.
El
guardián entre el centeno, J.D. Salinger.
“El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30
de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”.
Crónica
de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez.
“Estás a punto de empezar a
leer la nueva novela de Italo Calvino, Si
una noche de invierno un viajero”.
Si
una noche de invierno un viajero, Italo Calvino.
“Era el mejor de los tiempos,
era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la
época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las
tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo
lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos
extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan
parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que,
tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la
comparación en grado superlativo”.
Historia
de dos ciudades, Charles
Dickens.
“Soy un hombre invisible”.
El
hombre invisible, Ralph Ellison.
“Todas las familias felices
se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz tiene un motivo especial
para sentirse desgraciada”.
Ana
Karenina, León Tolstói.
“Era un día luminoso y frío
de abril y los relojes daban las trece”.
1984, George
Orwell.
“Desde la puerta de La
Crónica, Santiago mira la avenida Tacna sin amor: automóviles, edificios
desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la
neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?”.
Conversación
en La Catedral, Mario Vargas Llosa.
“Las cosas podían haber
acaecido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así”.
El
camino, Miguel Delibes.
“Vine a Comala porque me
dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”.
Pedro
Páramo, Juan Rulfo.
2 comentarios:
Lo tengo claro. Si yo fuera Humbert, al pronunciar Lo-li-ta tendría los vellos como escarpias...
Lolita y La Metamorfosis tienen un comienzo poderoso, pero de Gabriel García Márquez cualquier comienzo es bueno.
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