lunes, 17 de junio de 2019

CONCURSO "ANA MARCOS" (I)


OBRA GANADORA  
 EN MODALIDAD RELATO Bachilleratos y ciclos formativos:

“Parecía de edad de cuarenta y cinco a cuarenta y seis años, alto de cuerpo, moreno de rostro,
cejijunto, barbinegro y muy espeso; los ojos, hundidos. Venía en camisa, y por la abertura de
delante descubría un bosque: tanto era el vello que tenía en el pecho”. El maestro seguía
dando su clase sin detenerse. Le apasionaban las matemáticas, y no era para menos, mucho
trabajo le había costado llegar hasta donde estaba. Es consciente de que muchos alumnos no
le están prestando suficiente atención, pero se le echa el tiempo encima y el final de curso
está ya a la vuelta de la esquina. No hay tiempo de descansos.
Un alumno sentado en mitad de la clase mira al techo. Hay una lámpara que no para de
parpadear y le molesta. Mira hacia la ventana. Los pájaros están muy alborotados esta
mañana. Le molestan, no va a poder concentrarse en la clase. En realidad no está prestando
ninguna atención. Solo puede pensar en sus cosas, en todo lo que le ocurre últimamente y en
lo deplorable que es su vida. Sin embargo, no tiene razón alguna para preocuparse por nada
pero él siempre hace montañas con granos de arena. El maestro hace un chiste y todos se ríen.
Él no lo entiende y le molesta no entender nada. No se ha enterado de la explicación ni del
chiste, un chiste que varios recordarán en el examen que él suspenderá.
No muy lejos de él se sienta una chica con varios piercings y tatuajes. Se acaba de reír por el
chiste que ha hecho su profesor de matemáticas y le parece una buena manera de recordar esa
difícil fórmula durante el examen. Le cae bien, algo que poca gente consigue. De hecho, no
soporta a nadie y es algo recíproco: tampoco cae bien a la gente. A veces se siente sola pero
le da igual, nunca le ha importado demasiado lo que piensen de ella. Justo en ese momento se
le asoman por la muñeca unos cortes cerca de las venas.
Dos sitios más atrás hay dos chicas susurrando. Se les escapan risas. Están criticando a otra
sentada un poco más adelante con muchos tatuajes. Hablan de su pelo rapado por la mitad y
de sus largas extensiones azules. También de su mal carácter y sus malas notas. Hablan de lo
sola que está, algo que nunca les pasará a ellas ya que se tienen la una a la otra: son amigas
desde que eran pequeñas. Amigas que se apuñalan por la espalda falsamente. No se soportan.
En primera fila se encuentra un chico que no levanta la mirada del papel manchado de
números que tiene delante, en su pupitre. No se cansa de escribir porque está acostumbrado:
tiene que dar lo máximo para contentar a sus padres. Su familia siempre le ha exigido mucho
y él no puede defraudarlos. Está cursando en ciencias ya que todos dicen que es más difícil, y
él quiere ser el mejor en todo. Copia fórmulas y fórmulas, no quiere desperdiciar ni un
segundo. De repente se le ocurre una rima. Piensa y rápidamente lo combina con una dulce
estrofa que le recuerda a un poema de Antonio Machado que le apasiona. Le gusta como ha
quedado, pero se acuerda de donde está y aparta esa descabellada idea de su mente para
volver a las matemáticas. Él siempre quiso ser poeta.
Suena el timbre que marca el final de la clase. Todos se levantan y se van. Historias distintas
que, aunque por un momento hayan estado unidas, marchan por distintos caminos.

Mercedes Rueda Cobos, 1º Bachillerato D

No hay comentarios: