miércoles, 3 de marzo de 2010

El Decálogo de la lectura



1. EL DERECHO A NO LEER

En el fondo, el deber de educar consiste, al enseñar a los niños a leer (...), en darles los medios de juzgar libremente si sienten o no la "necesidad de los libros". Porque si bien se puede admitir perfectamente que un individuo rechace la lectura, es intolerable que sea -o se crea- rechazado por ella.
Es inmensamente triste, una soledad en la soledad, ser excluído de los libros..., incluso de aquellos de los que se puede prescindir.


2. EL DERECHO A SALTARSE LAS PÁGINAS

Si tienen ganas de leer Moby Dick, pero se desaniman ante las disquisiciones de Melville sobre el material y las técnicas de la caza de la ballena, no es preciso que renuncien a su lectura sino que se las salten, que salten por encima de esas páginas y persigan a Achab sin preocuparse del resto (...).
Un gran peligro les acecha si no deciden por sí mismos lo que está a su alcance saltándose las páginas que elijan: otros lo harán en su lugar. Se apoderarán de las grandes tijeras de la imbecilidad y cortarán todo lo que consideren demasiado "difícil" para ellos.


3. EL DERECHO A NO TERMINAR UN LIBRO

Hay treinta y seis mil motivos para abandonar una novela antes del final (...).
¿El libro se nos cae de las manos?
Que se caiga.


4. EL DERECHO A RELEER

Releer lo que me había ahuyentado una primera vez, releer sin saltarme un párrafo, releer desde otro ángulo, releer por comprobación, sí... nos concedemos todos estos derechos.


5. EL DERECHO A LEER CUALQUIER COSA

Así pues, hay "buenas" y "malas" novelas.
Las más de las veces comenzamos a tropezarnos en nuestro camino con las segundas.
Y, caramba, tengo la sensación de haberlo pasado "formidablemente bien" cuando me tocó pasar por ellas. Tuve mucha suerte: nadie se burló de mí, ni pusieron los ojos en blanco, ni me trataron de cretino. Se limitaron a colocar a mi paso algunas "buenas" novelas cuidándose muy bien de prohibirme las demás.


6. EL DERECHO AL BOVARISMO (enfermedad de transmisión textual)

Eso es, grosso modo, el bovarismo, la satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras sensaciones: la imaginación brota, los nervios se agitan, el corazón se acelera, la adrenalina sube, se producen identificaciones por doquier, y el cerebro confunde (momentáneamente) lo cotidiano con lo novelesco.
Es nuestro primer estado colectivo de lector.
Delicioso.


7. EL DERECHO A LEER EN CUALQUIER LUGAR

El viejo Clemenceau (...) daba gracias a un estreñimiento crónico, sin el cual, afirmaba, jamás habría tenido la dicha de leer las Memorias de Saint-Simon.


8. EL DERECHO A HOJEAR

Es la autorización que nos concedemos para coger cualquier volumen de nuestra biblioteca, abrirlo por cualquier lugar y sumirnos en él un momento porque sólo disponemos precisamente de ese momento.


9. EL DERECHO A LEER EN VOZ ALTA

Extraña desaparición la de la lectura en voz alta. ¿Qué habría pensado de esto Dostoyevski? ¿Y Flaubert? ¿Ya no tenemos derecho a meternos las palabras en la boca antes de clavárnoslas en la cabeza?


10. EL DERECHO A CALLARNOS

Nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad.


Daniel Pennac: Como una novela (82 PEN com) pp. 143-169 (extractos)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No los conocía pero me han gustado mucho, rompe algunos tópicos sobre cómo debe ser un buen lector

Anónimo dijo...

En clase, deberían darnos esto en lugar de las enormes y absurdas listas del libro de texto. La literatura se aprende leyendo, no estudiando listas de nombres.

F.J. 2ºBachillerato

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo en todo e incluso cumplo más o menos todos los mandamientos con convicción, todos... salvo uno: sigo teniendo tremendo cargo de conciencia cuando abandono un libro a la mitad,.... pero tengo propósito de enmienda