Hasta hace poco eran habituales comentarios como el siguiente: “En
un panorama como el que ofrece nuestra literatura no es fácil encontrar a ese
escritor que, sabiéndose ya maestro, es capaz de reducir voluntariamente el
alcance de su escritura y descender al uso de géneros menores” (El País, 5-VII-81). La crítica se centraba en el más simpático libro de Juan Benet, Trece fábulas y media. Por su lado, Javier
Goñi indicaba a Ignacio Martínez de Pisón que “tendría que tantearse ya las fuerzas y
aventurarse más allá” (Cambio 16,
22-VI-87) después de sus primeros libros de cuentos; y para “Juan Palomo” era
motivo loable que no anduviera parado Agustín Cerezales, “que por fin se atreve con
la novela” (ABC, 22-XI-91); así como
Ricardo Senabre espoleaba a Manuel Rivas a que hiciera “algo más” con el fin de
llegar a producir “esa gran novela gallega hacia la que parecen apuntar, a
manera de prometedores ejercicios preparatorios” (ABC, 5-VII-96) libros como el que comentaba, uno de cuentos.
Bien, la mayoría de los autores hacen caso, abandonan los cuentos, la poesía o el teatro, y se hacen novelistas. Sin embargo, en la historia encontramos autores como Poe, Maupassant, Bierce, Chéjov, Borges, Carver o Monterroso que fueron ante todo cuentistas, y produjeron una literatura a la altura de cualquier otra. ¿Por qué entonces el desprecio al género? ¿Y por qué la falta de interés de los lectores? ¿Cuándo se da el paso al relato largo, que tanto nos gusta, y nos olvidamos del relato corto?
Pero igual no están olvidados, los cuentos siguen con nosotros, frecuentemente, con intermitencia o al menos de manera ocasional. Hasta puede que tengamos nuestras listas de inolvidables, como esta que publicó El País en el verano de 2010:
Al margen de listas ajenas, juguemos un rato. Podríamos proponer no el mejor cuento que hemos leído (¡serían tantos!) sino el cuento que quisiéramos leer de nuevo, para comentarlo después en este blog. Por cualquier motivo lo tenemos ahí rondando, y sabemos que vamos a volver a él pronto porque empieza a desdibujarse en la memoria..., pues ahora sería el momento, incluso podríamos montar una pequeña antología de relatos para leer con urgencia.
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John Cheever |
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Katherine Mansfield |
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Julio Cortázar |
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Antón P. Chéjov |
20 comentarios:
Y empiezo proponiendo que (re)leamos "Silvio en el rosedal", de Julio Ramón Ribeyro. Incluido en el libro homónimo recogido a su vez en la compilación de sus cuentos completos La palabra del mudo, disponible en la Biblioteca.
"Semejante a la noche" de Alejo Carpentier. Pero alguien tiene que reclamar la lectura de "El cansancio de Rosabel" de Kattie
¿Un cuento?
La dama del perrito, Adiós cordera, El perseguidor, Adiós hermano mío...
Bueno, sólo uno: Felicidad. De ¿Kattie? Mansfield.
P.S. Dos títulos con la palabra "Adiós". ¿Será que ha llegado el tiempo de usar esa palabra con alguien que conocemos?
P.P.S
Y dos animales en los títulos, también.
Pero claro, no para comérselos.
"El jardín de los senderos que se bifurcan", de Borges, por nombrar sólo uno.
El problema es que cuando releo uno de estos cuentos me obsesiono de forma malsana
"Un día perfecto para el pez plátano", de Salinger y otra joyita: el jazz depredador de "El perseguidor" de Cortázar.
Y yo que nunca le he pillado el punto a El perseguidor, lo habéis nombrados dos, nada menos, pero no me queda claro si estáis nombrando cuentos preferidos o cuentos para releer y comentar, que era la propuesta. en todo caso, voy enumerando:
- Silvio en El Rosedal, de Ribeyro.
- Semejante a la noche, de Carpentier.
- Felicidad, de (nuestra querida) "Kattie"
- El jardín de senderos que se bifurcan, de Borges.
- Un día perfecto para el pez plátano, de Salinger.
A ver si alguien añade alguno más, esperamos un par de días.
Pues, si se puede sugerir más de uno, se me ocurre también "Instrucciones para dar cuerda al reloj" (especialmente el preámbulo) de Cortázar.
Esto de los cuentos perturbadores me lo tengo que hacer mirar...
Sólo dos palabras para reivindicar la necesidad de releer "El perseguidor", de Cortázar.
Julio siempre dijo que si no lo hubiera escrito nunca hubiera podido escribir su Rayuela. Para Cortázar el jazz simboliza musicalmente la libertad, la espontaneidad, la negación de cualquier norma ( el jazz es una de los pocos tipos de música que asume la noción de escritura automática ). El jazzman, de algún modo incomprendido, atormentado, se va deslizando a los márgenes de la sociedad, la lucha entre cordura y locura, la improvisación, la traducción, la fidelidad creativa...
Tienen cabida asuntos como la decepción de la realidad, la creación de absolutos, de modelos. Y todo girando alrededor del tiempo ( el eterno y el destructor ), preguntas sobre la percepción del tiempo, su relatividad, su misterio. El espejo y las máscaras.
Todo ello con un lenguaje desde el punto de vista formal, destacable por el uso de los tiempos verbales, por el hecho de que el narrador no sea el protagonista, y tenga una cierta distancia con él, pero que esa distancia se diluya en sus conversaciones hace que la percepción del lector oscile, dando y negando credibilidad a las cosas que se dicen... Las jazz-sessions, el bebop, el swing, Charlie Parker, Johnny Carter, Amstrong, Ellington, John Coltrane... Julio, gran cronopio perseguidor de instantes sublimes en este relato que es su gran "jazzuela".
He leído Felicidad, no por primera vez, pero de la primera hacía tanto que casi sí es la primera. Lo curioso es que a medida que lo leía no sé si por recuerdo o por lógica narrativa iba presintiendo el final.
Naturalmente, me he acordado de Joyce, Los muertos, aunque éste me parece que tiene mejor acabado. Se parecen en el ambiente de fiesta, pero el climax en Joyce es más alto, y a cambio Mansfield no recoge tantas tonterías como Joyce. Así que no sé con cuál quedarme. Con los dos.
Nuestra querida Kattie no deja nada por decir, a pesar de no decirlo directamente. ¡Hasta nos cuenta todita la vida sexual de Berta! ¡En un par de frases!
He completado con el cuento de la soñadora Rosabel, delicado y triste.
Yo también he leído “Felicidad”. Ha sido una grata sorpresa pues no lo conocía.
Creo que la contemplación del árbol del jardín por la Sta. Fulton y Berta adelanta sutilmente lo que será el final. Me ha encantado.
Pero no dejemos atrás a “Adiós, hermano mío” de John Cheever, me ha parecido interesante y recordado en algún sentido a “Libertad”.
Este fin de semana leeré “El perseguidor” y espero que me entusiasme casi tanto como a Pablo.
Como dice Ana, el peral funciona como elemento que anticipa el final(la pronunciación pearl -perla- y pear -pera- es similar, y la autora quizá quiso jugar con la idea de que el árbol y la mujer misteriosa son reflejo de sí mismos). Este árbol, que siempre ha estado allí, es lo que Bertha descubre no tener; la imagen de los esfuerzos que hace el árbol por tocar la luna, es un símbolo de lo inalcanzable.
Aparece también la imagen de un gato gris que sigue a un gato negro, aunque en realidad podría tratarse de un solo animal y su sombra ( ¿de Perla y su marido? )
He ido al de Ribeyro, y me ha vuelto a encantar. Además es una sátira de la metafísica estupenda, cada año me veo en la tesitura de explicar qué es "res", "cosa", "ente" o "ser", y me veo tan ridículo como este Silvio analizando ls figuras del rosedal. Por lo demás, qué arte, qué bien escrito... Una joya.
Por cierto, Tomás destacó La dama del perrito de pasada, y el otro día comentábamos en la sala de profesores sobre él. Para mí, ese no es el cuento que releería ahora (o sí) porque lo tengo fresco, pero coincido en que es uno de los mejores cuentos jamás escritos (si no el mejor), me gustaría leer vuestras opiniones sobre él.
Beatriz Cerón nos recomienda La pata de palo de Espronceda
Para colaborar con esa pequeña antología del cuento que de alguna manera estamos conformando, y atendiendo a la propuesta de Benito, en el sentido de nombrar un cuento que quisiéramos releer, yo apuntaría “Ana, soror…” de Marguerite Yourcenar.
Probablemente, después de lo que he leído en estos días no sé si diría que es el mejor cuento para mí; sin embargo, las ambiguas relaciones entre los hermanos Ana y Miguel, tan delicadamente planteadas y el marco del Nápoles español del s.XVI, me parecen un acertado contrapunto al resto de cuentos propuestos.
Para ir confeccionando la antología necesito que me mandéis una breve nota comentando vuestra elección, pongamos que un par de párrafos más o menos (dejo a vuestra elección que sea una nota informativa, valorativa o las dos cosas). Si son varios cuentos, haced comentarios distintos para cada uno, porque en principio seguiré el orden cronológico..
¿Te lo mandamos aquí o utilizamos un medio más discrecional?
Mandádmelo al correo mejor, así tendrá algo de novedad.
He leído "Semejante a la noche", y me ha recordado el tiempo en que leía a Carpentier y a Lezama, masticando las palabras y gastando el diccionario, hasta que dejaba de buscar el sentido preciso y leía por intuición. Qué riqueza de vocabulario, qué ritmo en la prosa, son extraordinarios.
También me he acordado de la ridiculización de Cabrera Infante en Tres Tristes Tigres, cuando imita a Carpentier describiendo una catedral, era su tomistocuesta manera de decir: puedo hacerlo, pero no me interesa...
Me ha fascinado la situación descrita, el paralelismo entre Troya y los descubrimientos, con las naves diespuesta para zarpar, el presentimiento de la muerte violenta y la necesidad de nombre y de gloria. Me ha gustado por fin la contraposición entre la estupidez del guerrero y la inteligencia de la prometida desairada.
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