martes, 4 de enero de 2011

Leer a Montaigne

Durante años, Michel de Montaigne (Burdeos, 1533-1592) ha sido, incluso en su país, un literato para los filósofos y un filósofo para los literatos, de esta manera nadie tenía que leerlo. Con el tiempo, ha terminado interesando a todo el mundo, lo reivindican los filósofos, lo alaban los críticos literarios, porque al fin y al cabo se trata de un filósofo con un gran estilo literario, ahí es nada.
Montaigne es el primer gran biógrafo de sí mismo ("Me estudio a mí mismo más que cualquier otro asunto. Ésta es mi metafísica, ésta es mi física", III, XIII), y referencia obligada para comprender a Rousseau, a Proust, a Pla y en general a todos los cultivadores de la llamada literatura del yo.
Montaigne da nombre a un género: el ensayo. No es que no existiera antes de él, es que nadie lo había cultivado de un modo tan particular. Sus predecesores son enormes: Platón, Plutarco, Séneca, Macrobio, Valerio Máximo o Aulo Gelio, a todos los reconoce como auténticos maestros, y todos practican esa mezcolanza tan propia del ensayo, que da lugar en nuestro siglo de oro a las estupendas misceláneas, cuya influencia llega hasta los libros de mezclas tan actuales, y que en en Inglaterra nos conduce desde Francis Bacon, Samuel Johnson, Charles Lamb, William Hazlitt, Matthew Arnold y tantos otros hasta Robert Louis Stevenson, Oscar Wilde o Virginia Woolf. Todos están en deuda con el primero de los ensayistas.
Montaigne es el primer pensador importante en lengua francesa, abandona el latín como lengua de cultura para intentar acceder a un público más amplio, algo que después continuarán tras su estela Descartes o Pascal.
Montaigne es un gran filósofo. Y no precisamente un "escéptico" como se ha dicho tantas veces, lo que pasa es que puede defender ideas diversas dependiendo de las circunstancias a las que se aplican las reflexiones, eso no es escepticismo, es atención a las diferencias y los matices. Reconoce que todo se mezcla con todo, que es imposible establecer verdades talladas en piedra, pero que debemos buscarlas, empezando por nosotros mismos, y para ello nada mejor que estudiarnos, y ayudarnos de los que se han estudiado antes a sí mismos.
Montaigne es un maestro de sabiduría, a veces estoico y a veces epicureo, no cesa de citar a Séneca, pero defiende el placer porque está en nuestra naturaleza. Montaigne consuela como ningún otro autor, porque no intenta doblegar la realidad, sino comprenderla y pactar  con ella.
Montaigne es una referencia para grandísimos autores: Quevedo, Nietzsche, Flaubert, Azorín, Zweig y tantos otros lo han leído y querido. Tantas cabezas y tan distintas no pueden estar equivocadas.

Lectura recomendada en Primero y Segundo de Bachillerato, al menos una selección de sus ensayos que debería incluir en todo caso el último y más importante: "De la experiencia".

En la Biblioteca:
Michel de Montaigne: Ensayos. 3 vols. Cátedra (E MON ens)
Torre del Castillo de Montaigne, que acondicionó como biblioteca

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