domingo, 2 de mayo de 2010

EL LIBRO, ESE OSCURO OBJETO DEL DESEO



Siguiendo en la línea del apunte anterior de Tomás sobre el libro y su feria, os dejo aquí otro fragmento del escritor Ítalo Calvino, en su obra Si una noche de invierno un viajero, donde vuelve a hacer un elogio de lo que supone la lectura de un libro, de aquel libro, de tu libro:


Has pasado por la librería y has comprado el volumen. Has hecho bien.

Ya en el escaparate de la librería localizaste la portada con el título que buscabas. Siguiendo esa huella visual te abriste paso en la tienda a través de la tupida barrera de los que te miraban ceñudos desde mostradores y estanterías tratando de intimidarte. Pero tú sabes que no debes dejarte imponer respeto, que entre ellos se despliegan hectáreas y hectáreas de los libros que puedes prescindir de leer, de los libros hechos para otros usos que la lectura, de los libros ya leídos sin necesidad siquiera de abrirlos pues pertenecen a la categoría de lo ya leído antes aún de haber sido escrito. y así superas el primer cinturón de baluartes y te cae encima la infantería de los libros que si tuvieras más vidas que vivir ciertamente los leerías también de buen grado pero por desgracia los días que tienes que vivir son los que son. Con rápido movimiento saltas sobre ellos y llegas en medio de las falanges de los libros que tienes intención de leer aunque antes deberías leer otros, de los libros demasiado caros que podrías esperar a comprarlos cuando los revendan a mitad de precio, de los libros ídem de ídem cuando los reediten en bolsillo, de los libros que podrías pedirle a alguien que te preste, de los libros que todos han leído conque es casi como si los hubieras leído también tú. eludiendo estos asaltos, llegas bajo las torres del fortín, donde ofrecen resistencia

•los libros que hace mucho tiempo tienes programado leer,
•los libros que buscabas desde hace años sin encontrarlos,
•los libros que se refieren a algo que te interesa en este momento,
•los libros que quieres tener al alcance de la mano por si acaso,
•los libros que podrías apartar para leerlos a lo mejor este verano,
•los libros que te faltan para colocarlos junto a otros libros en tu estantería,
•los libros que te inspiran una curiosidad repentina, frenética y no claramente justificable.
Hete aquí que te ha sido posible reducir el número ilimitado de fuerzas en presencia a un conjunto muy grande, sí, pero en cualquier caso calculable con un número finito, aunque este relativo alivio se vea acechado por las emboscadas de los libros leídos hace tanto tiempo que sería hora de releerlos y de los libros que has fingido siempre haber leído mientras que ya sería hora de que te decidieses a leerlos de veras.

Te liberas con rápidos zigzags y penetras de un salto en la ciudadela de las novedades cuyo autor o tema te atrae. También en el interior de esta fortaleza puedes practicar brechas entre las escuadras de los defensores dividiéndolas en novedades de autores o temas no nuevos (para ti o en absoluto) y novedades de autores o temas completamente desconocidos (al menos para ti) y definir la atracción que sobre ti ejercen basándote en tus deseos y necesidades de nuevo y de no nuevo (de lo nuevo que buscas en lo no nuevo y de lo no nuevo que buscas en lo nuevo).

Todo esto para decir que, recorridos rápidamente con la mirada los títulos de los volúmenes expuestos en la librería, has encaminado tus pasos hacia una pila de si una noche de invierno un viajero recién impresos, has agarrado un ejemplar y lo has llevado a la caja para que se estableciera tu derecho de propiedad sobre él.

Has echado aún un vistazo extraviado a los libros de alrededor (o mejor dicho, eran los libros los que te miraban con el aire extraviado de los perros que desde las jaulas de la perrera municipal ven a un ex compañero alejarse tras la correa del amo venido a rescatarlo) y has salido.

Es un placer especial el que te proporciona el libro recién publicado, no es sólo un libro lo que llevas contigo sino su novedad, que podría ser también sólo la del objeto salido ahora mismo de la fábrica, la belleza de la juventud con que también los libros se adornan, que dura hasta que la portada empieza a amarillear, un velo de smog a depositarse sobre el canto, el lomo a descoserse por las esquinas, en el rápido otoño de las bibliotecas. No, tú esperas siempre tropezar con una novedad auténtica, que habiendo sido novedad una vez continúe siéndolo para siempre. Al haber leído el libro recién salido, te apropiarás de esta novedad desde el primer instante, sin tener después de perseguirla, acosarla. ¿Será esta la vez de veras? Nunca se sabe. Veamos cómo empieza.

Quizá ya en la librería has empezado a hojear el libro. ¿O no has podido, porque estaba envuelto en su capullo de celofán? Ahora estás en el autobús, de pie, entre la gente, colgado por un brazo de una anilla, y empiezas a abrir el paquete con la mano libre, con gestos un poco de mono, un mono que quiere pelar un plátano y al mismo tiempo mantenerse aferrado a la rama. Mira que le estás dando codazos a los vecinos; pide perdón, por lo menos.

O quizá el librero no ha empaquetado el volumen; te lo ha dado en una bolsa. Eso simplifica las cosas. Estás al volante de tu coche, parado en un semáforo, sacas el libro de la bolsa, desgarras la envoltura transparente, te pones a leer las primeras líneas. Te llueve una tempestad de bocinazos; hay luz verde; estás obstruyendo el tráfico.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alucinante fragmento, me encanta. Si el libro entero es así.. abuf.. en fin, dejad de recomendar libros para los que a corto plazo no hay tiempo de leer xD y la lista de pendientes se me hace cada vez más larga...
Un saludo!
Belén.

Tomás Cuesta dijo...

No sé si nuestros amigos se han percatado, pero precisamente el texto de Calvino puede ser interpretado como una sólida fundamentación de la tesis que ya se ha dado en llamar "La lista de de los Tres Mil"...