miércoles, 16 de noviembre de 2011

Trampantojo Nº 1

LA MAGA 
                                           [ por Guimo Zadez ]

   Una densa multitud, entre expectante y escéptica, abarrotaba los tres lados de la plaza. Sobre una plataforma, cámaras de televisión de todo el mundo ajustaban sus objetivos ¡Había llegado el gran día!
   Las dos últimas semanas el tema estrella de todos los noticiarios había sido la aparición de una misteriosa maga con unas dotes para la telequinesia extraordinarias. Su capacidad de trasladar cualquier cosa, por muy grande que fuera, con el poder de la mente, superaba cualquier explicación lógica. Se había escrito y comentado mucho acerca de supuestos testigos que lo habían contemplado, pero no había ninguna prueba tangible de semejantes proezas. Y ahora, ¡por fin!, con todo el mundo observando, se iba a comprobar la autenticidad de la noticia.
   La prestidigitadora, con su larga capa roja y negra, se dirigió hacia el único flanco donde no había gente, levantó sus manos y empezó a concentrarse. Justo delante había un aparcamiento con tres descomunales camiones. Detrás, un imponente edificio de treinta y ocho plantas cuyos ventanales corridos de bronce y vidrio gris reflejaban los potentes rayos del sol
   Un tenso silencio se apoderó de la explanada. La ilusionista, con un tenue temblor en el cuerpo, empezó a extender más los brazos. Las miradas de todos los presentes no se apartaban de los tres vehículos salvo para fugaces vistazos al rascacielos (por si acaso)…
   Llevaban así ya un cuarto de hora cuando un leve murmullo de impaciencia empezó a extenderse entre el gentío. A la media hora, el tímido rumor era ya un desatado clamor de indignación. Muchas personas habían venido de lugares lejanos y habían acampado desde el día anterior para conseguir verlo. Una furia incontenible se apoderó de la plaza. Los ensordecedores silbidos se vieron acompañados del vuelo de algunos objetos no provocado precisamente por la telequinesis.
   La maga, ajena a la tormenta que se había desatado, bajó los brazos, se envolvió en su capote, elevó la cabeza y se retiró con desafiante parsimonia.

2 comentarios:

Horacio Bloom dijo...

¿Y qué hacemos los que no estamos allá? Porque yo tengo una ideita para ese texto, pero no sé si la puedo decir acá.

Guillermo M. dijo...

¿Está en Antiqaria?